grayCity

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lunes, 25 de mayo de 2009

relatos


Parte I

Una noche oscura, fría, como las de siempre. El olor a urea se hace notar a lo lejos. El humo espeso y penetrante se esparce por todo el lugar. Bueno, si es que se le puede llamar lugar... Es solo una calle maloliente y sucia, en las que se suelen reunir adolescentes y no tan jóvenes a hacer... ¡nada! Pero no es cualquier calle, alguien me dirá -Es una que está por el centro de lima- Bueno, sí, lo es, pero aún así deja de ser cualquier puta calle (ojo que no hay tantas putas, solo las viejas). Es el jirón Quilca, sí, ese a donde vas cuando ya buscaste en Amazonas y no encontraste el libro que te pidieron en la universidad, o cualquier publicación literaria que buscas y buscas pero no encuentras y si la encuentras, está carísima y no vas a gastar tanto en una pila de hojas, no, no; mejor pirata nomás -estoy aguja pues- en fin...
Pero no solo puedes encontrar libros usados y viejos, con la pasta rota y con olor a antiguo en Quilca. También te venden porno -barato nomás chibolo, ¿habla la llevas?- y del más brutal; tanto así como en galerías Brasil, como la sarta de sex shops que hay en el segundo piso con las carátulas de mujeres desnudas pegadas en los vidrios y adentro el pata que parece estar chequeando el material, pero en verdad se está metiendo un pajazo; y ni cagando me podría olvidar de mencionar tanta huevada negra que hay en los stands que pasan música metal y punk a volumen alto -¡Tanta bulla carajo, cómo no se mueren inútiles satánicos!- grita un tío que se nota que no es del lugar, pues aquí casi todos se conocen, aunque sea de vista. En la torre que da para Wilson, cerca de la calle que lleva a la plaza Francia, ahí es donde hay muchos encuerados y el lugar es oscuro con luces raras y llamativas, está llena de tipos rudos y de voces gruesas. Ahí es donde siempre quizo entrar, pero al maricón le daba miedo.
Jano no era los que se asustaban por las puras huevas, ha pasado por tantas cosas que a lo único que le teme es a sí mismo y hasta donde puede llegar. Pero esta vez tenía miedo de que lo botaran por chibolo. Pasaba y pasaba por la puerta de la galería, era tan atrayente que cada vez que caminaba por ahi alzaba la cabeza para mirar qué hacían. -Yo quiero entrar por la puta de su madre. Pero no entraba. Ja, ja, ja me río de saber que se siente impotente. -No carajo, tengo que hacer algo al respecto- este huevón estaba tramando algo. ¿Qué iba a hacer? ¿robar? ni cagando, le daba pereza salir corriendo después de tomar lo que quería mas no miedo, aclarando. Es el pata más haragán que conozco, hasta un poco inútil. ¿Vender su guitarra? Ja! Estoy segurísimo que preferiría vender sus órganos antes que vender su guitarra. Entonces me pongo a pensar... ¿qué iba a hacer este cojudo? Conocía una tienda de ropa de un pata, una tienda de esas que vende ropa de marca barata, porque no paga impuestos, y bueno, también le mete la rata a mucha gente porque hay ropa bamba entre las prendas. ¡Qué pendejo! -Por pendejo, lo voy a cagar- se decidió Jano. -Lo floreo un rato y me llevo una como sea. Los que no lo conocen es que se hace llamar Jano no porque sí, hay una razón. Jano era un dios romano que tenía dos caras, algunos dicen que significaban el inicio y el final de algo, para Jano eran puras huevadas -Es obvio que este pendejo era un hipócrita de mierda. Así, haciendo uso de un poco de raciocinio, Jano era floreador, te envolvía y te sacaba algo. Y así fue. Llegó a la tienda del pata y le habló de cada estupidez que se le venía a la cabeza, desde qué tal estaba la chica que vendía al frente hasta si le gustaba que las tipas con las que andaba se rasuraran. En un momento, sin que el patita se diera cuenta, sacó la casaca y la escondió detrás de los skates. Le habló un rato más y se largó con la casaca puesta. -Ahora sí puedo entrar. Ya tenía la casaca de cuero, ahora caminaba por la plaza San Martín y un huevón todo andrajoso le dijo -Habla causita, acá hay de la buena- y Jano, con una sonrisa en la cara -No pasa nada con tu mierda, acá tengo lo mío. Encendió la pava y le dio unos toques, jaló hasta toser, la apagó y la guardó en su morral viejo. Caminó sin preocuparse por sus ojos rojos y llegó al antro que tanto ansiaba entrar. Entró, escuchó un rato música y se fue. -¿Tanta huevada para esto?- se fue diciendo. Caminó hasta Cailloma y se sentó en una esquina, sacó la pava y su cajetilla de puchos. Fumó unos cigarros y fue a la tienda más cercana y se compró una chata de ron -Para calentar la garganta. Volvióse a la esquina y comienza a tomar y fumar (puchos y la pava), fumar y tomar, hasta que el ron ya no raspa la garganta y pasa como agua, cuando de pronto siente una mirada sobre él. Trata de equilibrar sus sentidos y se da cuenta que era una puta que lo estaba mirando. La mira con asco y pasa por su costado -Sal de acá perra de mierda- le dice mientras avanza tambaléandose por la calle que apesta a sexo y orines y trago barato... La noche es aún joven.


Parte II

Icaro está sentado en un viejo y duro asiento de un microbús de esos antiguos, de los que ya no deberían andar por las maltratadas calles limeñas. Se dirige a donde el viento, o mejor dicho, la ruta del micro lo lleve. Suele hacerlo seguido. Paga 0.90 céntimos debido al carné universitario, resulta ser útil después de todo, antes gastaba un poco más. En realidad el dinero no le importa, o bueno, últimamente sí, porque ya no recibe la misma cantidad de antes y muchas veces se las tiene que arreglar para financiar sus viajes sin destino fijo.
-¡Baja larco! - grita para que el despistado cobrador lo escuche, porque sino después le deja por el óvalo y no no... tendría que caminar aún más.
-¡Baja, baja, un poco rápido... lleva, lleva!
Ahhh... larco... no es que sea el mejor lugar de la ciudad, claro que no. Sólo que le hace más fácil llegar al mejor lugar que puede haber. La playa. El mar. Ni modo que se vaya a Punta Hermosa o Santa María, solo va en verano y esto es...
Tiene que apurarse para poder llegar a la playa. ¡Carajo! Siempre tiene que caminar así para llegar a la hora de la puesta, justo antes de la orilla, no sin antes acomodar una que otra piedra a su alrededor, acomodar su mochila, sacar un cigarrillo, prenderlo y echarse sin más reparo.
¡Qué bien se siente por la puta madre! por una vez entre tanta huevada se siente bien y aunque es sábado por la tarde -y cuando salga de acá ya será de noche- no siente que pierde el tiempo, puesto que mientras otros están preparándose para salir a alguna juerga, para divertirse de lo lindo, tomar, fumar -cigarrillos y más- y muchos, entre los que está incluido a veces, embriagarse hasta quedar inconscientes.
Y no digo que yo no lo haga y que no me guste hacerlo, en verdad, casi siempre lo hago, pero no solo fines de semana, en realidad muchas veces, cualquier ocasión la amerita, así que no tengo nada en contra de juerguearse de puta madre. Es solo que a veces necesitas tiempo para ti. No puedes ir por ahí de juerga en juerga sin detenerte un momento y pensar qué carajos haces con tu vida, o no solo eso, sino también dejar de andar tan a prisa, relajarte un rato, tomar las cosas con calma, aunque parezca que todo se te viene encima, siempre hay una forma, siempre se encuentra la manera...
Para él no hay mejor manera de relajarse que contemplar un rato el mar -es tan... no sé- suele decir. A lo que se refiere es que cuando está cerca del mar, cuando lo mira, cuando lo contempla, como quien... no sé, pongámonos a pensar, qué puede hacerte sentir bien que solo basta mirarlo, aunque sea desde lejos... a ver, podría ser como cuando estás enamorado el solo ver u oír a la persona que quieres te hace sentir bien. Tal vez sea esa la comparación.
Bueno, no es que esté enamorado del mar, o puede que sí lo esté; pero, es su forma de autoanalizarse, sentirse bien consigo mismo, sentirse como una persona quiere sentirse, feliz.
Nadie puede decir que no quiere ser feliz, yo también quiero serlo. Sin embargo, la felicidad viene de a pocos y en situaciones que ni te imaginas. ¡Qué suerte encontrar una forma de autoinyectarse felicidad!
Pues, bueno, él ya la tiene. Observa detenidamente el horizonte, como si quisiera ver más allá. El sol se pone y ve que es tan hermoso y por un momento piensa en ella. Prende su reproductor de música y como quien está en su cama, se acurruca en su incómoda mochila, aunque él la encuentra reconfortante. Tuvo un día largo y algo pesado, ¿qué mejor manera de compensarlo?
Piensa un rato en lo que hace, en lo que podría ser. De pronto, se acercan dos viejitos, los mira como quien protege su territorio. En verdad ellos solo caminaban por ahí. Cuando se van se siente tranquilo de nuevo, ve el ocaso de la puesta y se siente feliz de nuevo. Creo que es de los pocos románticos que aún quedan. De esos que encuentran la belleza en cosas simples, en momentos sencillos. Solo necesita de la naturaleza para darse cuenta que el vivir vale la pena, que aún hay cosas que se deben hacer.
Aunque también es algo raro. Un día se tiró en un jardín enorme y comenzó a observar el pasto tan detenidamente que parecía que podía hablarle -No, es que no te das cuenta. Mira bien. Mira como el sol hace que las plantas cobren hermosura- y se volteó (puesto que estaba boca abajo) y miró como el viento movía las ramas de los árboles -Podría quedarme aquí todo el día, escuchando como el viento habla con las hojas.
Un poco ido el patita este, pero muy buena persona. Bueno, cuando el sol húbose puesto y solo quedaban los matices escarlatas y ocres, esos que parecen de acuarelas y no reales, pensó y pensó, mientras escuchaba la música de su reproductor viejo y descuidado. Tanto pensó que se quedó dormido, ahí en medio de la playa. Los serra... serenazgos pasaban y lo quedaban mirando.
-¿Le subimos o no?
-Nooo, pa qué, se nota que ni tiene ni plata. Mejor vamos pa'llá que hay un gringo que parece de que se ta metiendo algo.
Después de una hora o más, se despierta por el inclemente frío. Se trata de levantar, pero el gélido aire miraflorino hizo que sus piernas se adormecieran. Tiene que esperar un rato, hasta que por fin puede levantarse -Esto es lo que no me gusta de venir aquí, pero qué importa. Se levanta y trata de abrigarse con su polo, que aunque no es tan grueso, le protege de la humedad limeña. Mientras sube por las escaleras para llegar al malecón, prende un cigarro y emprende su camino de regreso. Caminando y fumando observa a la gente a su alrededor, ¡Cómo le encanta hacer eso! Los observa, como que trata de analizarlos, y aún así, trata de pasar desapercibido, siente que es el único que se para un momento y mira el mundo de una forma diferente, lo mira y no le gusta lo que encuentra, gente esclavizada del reloj, aunque no todos, muchos otros llevados por el momento, en fin, qué se va a hacer, así es el mundo, su mundo.
Camina y un poco más y observa parejas caminando de la mano, abrazados, besándose -Ja,ja,ja tiempo que no voy así, bueno, que lo disfruten mientras pueden- Sabe que es bonito sentirse así, querido por alguien más, sentirse especial, pero de la misma manera, sabe que casi siempre termina cagado, pero aún así no evade las oportunidades que se le presentan, y repito, siempre termina cagado. En fin, así se la pasa, aunque no ha perdido fe en el amor.
Por fin, llega al paradero, apaga el cigarrillo número "n" y espera el micro. Está satisfecho de lo que hizo, ya le hacía falta visitar a su terapeuta -el mar- y espera tranquilo un carro con asiento, pues no no no... no quiere ir parado, está cansado.
Después de un tiempo viene uno que al menos tiene un asiento disponible, hace la seña respectiva y se sube. Sin más preámbulos se sienta en el asiento (qué redundancia) y se prepara para dormir. Le espera un largo viaje...

Parte III


Parte IV

Parte V

Parte VI

domingo, 3 de mayo de 2009

¿soledad?

¿y qué hay detrás de la soledad
más que el miedo a ser como eres?

¡vamos!
déjate de máscaras,
muéstrate en tus colores,
sin combinaciones;
muéstrate simple y transparente,
sin encriptaciones
deja que tu esencia brille,
sin restricciones
aunque duela ser tú mismo,
pues hay distintas apreciaciones
no te pierdas en el intento
nunca te abandones