No conozco muchas profesiones que cumplan con todo lo que he señalado, tampoco muchas personas que lo hagan. Sin embargo, he encontrado mis excepciones en la profesión que desde mis épocas infantiles me enamoró. Encontré una historia -aunque no vivida, sino relatada- de un magnífico ejemplar, un médico que cumplía con todo eso; como cualquier persona, con errores y desaciertos, pero excelente galeno. Y no sólo él, sino muchos otros, que también obraban de manera correcta e impecable.
Un ambiente esperanzador e idealista me inclinó hacia esta profesión (una de las más bellas por su constante contacto con la vida y muerte, alfa y omega, génesis y apocalipsis de la energía recurrente de nuestro planeta, en la cual jugamos un rol importante; casi de Dios, en realidad, guiados por Él, en el afán permanente de prolongar y mejorar una forma de vida, ayudar a una persona a tener otra oportunidad) y la vida -aunque corta para mí- me dio revolcones y sacudidas en las que me hizo creer que no es posible que tus metas y sueños se vean realizados obrando limpiamente, pero no vacilé y aunque sé que es difícil en la sociedad actual y sobretodo en mi país, siento que muchos como yo se dieron cuenta que a veces es bueno tener ideales, que el facilismo es para gente mediocre y que nuestro límite somos nosotros mismos.
Sé que en las demás profesiones que existen, las personas también pueden ayudar a los demás, pero una parte de mi me dice que los médicos somos y seremos esenciales para la humanidad.
Por mi parte, mis metas están trazadas y mis ganas de ser útil a la humanidad, completamente listas para ser complementadas con conocimiento científico y humano, con fin de que mejoremos cada día, todos los días.